Es a través de los niveles de compromiso que las personas nos enganchamos a los procesos de la sociedad.
Daniel Bedon


Definir este término no es tarea fácil debido a que tal concepto está sujeto a la percepción individual, tal como la “belleza que está en el ojo del observador”, es decir, su significado tiene diferentes pesos o connotaciones dependiendo de quien lo defina. Sin embargo, lo que sí podría analizarse es el funcionamiento del compromiso en la vida humana que en sí involucra una acción mental y física. 

Es a través de los niveles de compromiso que las personas nos enganchamos a los procesos de la sociedad. Siempre hay una motivación o, mejor dicho, un nivel de motivación que nos empuja a estos enganches. El ejemplo típico es el del trabajo. A través de la firma de un contrato laboral nos comprometemos a ejercer las funciones que nos asigna tal empleador. No obstante, no todo es blanco y negro en este contexto, hay malos, buenos y excelentes empleados y, en muy alto grado la calidad de éstos depende mucho del nivel y tipo de motivación que se trae consigo.

Entonces, si queremos ejercer el máximo compromiso en las actividades de nuestra vida tendremos, primero, que tener bien claro cuáles son las áreas en las que tenemos el más alto grado de motivación. Sin conocer este aspecto de nuestra existencia difícilmente acertaremos con puntería las áreas en donde podremos magnificarnos, más aún iremos por la vida tropezándonos con frustraciones y decepciones que creeremos causadas por los demás. Por algo dijo Sócrates en su mensaje a la humanidad antes de tomar la cicuta: “Conócete a ti mismo” que pudo muy bien haber querido decir “conoce qué es lo que te motiva”.

En el Perú presente, saturado de caos políticos, económicos y sociales y al borde del precipicio, situación causada por individuos al mando con motivaciones claramente alejadas del deseo de construir una mejor nación, dejemos de culpar a las llamadas ‘instituciones’, lo cual solamente diluye la responsabilidad individual sumergiéndola en la generalidad amorfa y abstracta. Y, luego, preguntémonos cada uno, cada habitante de este país, ¿Qué grado de motivación tenemos en participar en la limpieza de la gobernabilidad de nuestra Patria? ¿Es el nivel de motivación que tenemos la necesaria para asumir tal compromiso? Y, por último, todos aquellos que nos hemos llegado a conocer a nosotros mismos, que hemos logrado penetrar en las cámaras secretas de nuestro interior para descubrir que la chispa que nos enciende la exaltación y nos mueve a la acción es, principalmente, la disposición a tan complejo compromiso, comuniquémonos, conectémonos en tal empresa y empecemos aquella labor que hemos dejado en el olvido por demasiado tiempo: la intervención cívica en la vida política y gobernabilidad del país.

23/1/2018