Una crónica de las dos marchas convocadas en el Civic Center de San Francisco.
¡Quita tu rosario de mi vagina!


Miguel Santillana 

Viernes 27 de Enero Lo último 2 137 

Para ser equitativo atiendo las dos marchas convocadas en el Civic Center frente a la entrada del municipio de la ciudad de San Francisco el sábado 21 de enero, un día después de la inauguración del mandato de Donald Trump. Una es provida y la otra un zoológico de aspiraciones progresistas que van desde el cambio climático, temas género, derecho al aborto, derechos para comunidad LGTB, derechos de los animales, preservación del medio ambiente, el anticapitalismo en sus distintas y disparatadas versiones... y un largo etcétera acompañadas de finas hierbas, pues había neblina de marihuana a pesar de la lluvia.

Es importante recordar que desde las escalinatas de este municipio el activista Harvey Milk (asesinado el 27 de noviembre de 1978) lanzó su candidatura y fue el primer homosexual electo para un cargo público. Su labor más importante fue como miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco por el 5to distrito, con las ordenanzas sobre los derechos de los homosexuales que hoy son un ejemplo para el resto del país.

Pero volvamos a la primera marcha. Ya se tenían noticias de la masiva concurrencia a la Marcha por la Mujer en Washington, Nueva York, Chicago y demás ciudades importantes de EE. UU. y en las principales ciudades europeas, con un discurso confrontacional por lo que consideran que representa Trump. Esto acompañado por actos de sabotaje, violencia callejera y discursos que lindan con la apología al terrorismo (me enteré de que unos huachafos limeños también hicieron su marchita en el Parque Kennedy de Miraflores mientras los observan curiosamente los gatos engreídos del alcalde).

Los cientos de visitantes de varias congregaciones católicas y protestantes —principalmente— que llegaron en sendos buses a la cita no se amilanaron ante lo anterior y, definitivamente, la mayoría estaba compuesta por inmigrantes latinos bajo el símbolo unificador de la Virgen de Guadalupe. Vinieron delegaciones de Arizona, Washington, Oregon y el valle central de California.

El evento empezó a mediodía en punto pues había que despejar la plaza dos horas después para que el otro grupo haga su rally. Todo es vigilado por la policía y por dos helicópteros. Como no puede ser de otra manera, se empieza con el Himno Nacional. Lo que sigue es una serie de oradores de lo más variada: protestantes, ortodoxos, católicos (el cardenal de San Francisco, Salvatore Corleone, trae un mensaje del papa Francisco), testimonios de personas que quisieron abortar y se arrepintieron, o personas cuyos padres los quisieron abortar pero sobrevivieron. Lo más interesante para mí fue conocer al Dr. George Delgado, quien ha descubierto un método para revertir los efectos de la píldora abortiva y salvar al embrión.

Una activista da cifras escalofriantes: desde la implantación de la política de un hijo en China (1979-2015), se han abortado 400 millones de niños. En los EE.UU., el año 2016 ha sido el de menos abortos desde 1975: un millón. Desde la decisión de la Corte Suprema en el caso Roe vs. Wade (1973), se permitió el procedimiento hasta el tercer mes de embarazo. Luego, con el caso Planned Parenthood vs. Casey (2002) la Corte Suprema amplió el plazo para el procedimiento a las 23-24 semanas (seis meses). En resumen, en los EE.UU. se han tenido 58 millones de abortos desde 1973.

Termina el rally provida y se organizan para marchar ordenadamente por Market Street. Se le da gracias a la policía y se pide a los asistentes no caer en las provocaciones de los grupos contrarios que estarían esperando a ambos lados de la pista para insultarlos, como efectivamente lo hicieron. Desde gritos racistas (“¡Ustedes no son de acá; regresen a su país, espaldas mojadas!”) hasta recordatorios de los curas pederastas, la Inquisición, la falta de tolerancia en general a las diversas culturas en el mundo y la sumisión de la mujer, etc.

Lo más fuerte a lo largo de la marcha fue una pantalla gigante donde se mostraban los pedazos de un feto recién abortado. Arcadas ante la bestialidad.

El siguiente rally, como dije, fue más divertido pues había todo tipo de fauna que reclamaba por cualquier cosa, sin reconocer que están en el país de las libertades. Había más música, drogas y colorido: gente congelada en los sesentas y en The Mamas and the Papas, los Greatful Dead, Cheese and Chong, The Doors, Janis Joplin, Joan Baez etc. pero indiferentes a los pordioseros que pedían un pan.

Marchaban inclusive con sus hijos, que no sé si entendían qué pasaba. Cada pancarta era más ingeniosa que la otra. De una de ellas extraigo el título de esta columna: la vulva de la mujer como campo de lucha política. Me intriga qué diría Carlos Marx sobre este tema mientras visitaba los burdeles de Soho en Londres.

Y esa mañana del 21 de enero, Donald Trump visitó la Central de Inteligencia en Langley Virginia y dijo que la prensa es de la gente más deshonesta que conoce. Bueno, pues: los noticieros nocturnos de las cadenas de televisión de San Francisco solo informaron de la segunda marcha. La provida nunca existió.

Pero Trump tuvo la última palabra del día: reactivó una norma que viene desde la época de Reagan (1984), por la cual se impide dar fondos federales a ONG que practiquen o patrocinen el aborto fuera de los EE.UU. La organización más afectada sería Planned Parenthood (fundada en 1916, con 650 clínicas propias, 58 afiliadas y 101 facilidades médicas), que se dedica a la educación reproductiva, a la educación sexual a los derechos reproductivos, a promover derechos de la mujer (algunos en Lima la llamarían "ideología de género"), y que vería mermadas sus finanzas de 1300 millones de dólares anuales pues el gobierno federal le quitaría US$ 532 millones.

Es que para Trump el aborto no es un procedimiento médico como una apendicitis... y no le falta razón. Para terminar con broche de oro: se espera que Trump dé normas que impidan abortos luego de veinte semanas, pues con ese tiempo el embrión ya tiene sensibilidad y no se le puede torturar.

"Derechos humanos", le llaman.